La pregunta sobre hasta qué punto podemos confiar en las empresas chinas para suministrar nuestra infraestructura crítica nacional ha sido planteada por la central nuclear de Hinkley Point, pero es aún más urgente en el negocio de las telecomunicaciones. Internet de banda ancha es ahora una parte crítica de la infraestructura, al igual que la red de carreteras o ferrocarriles. Entonces, la pregunta parece responderse por sí misma. Muchos países son extremadamente reacios a permitir que dos empresas chinas de telecomunicaciones en particular, Huawei y ZTE, hagan negocios con ellos. Ambas son vistas como brazos del estado chino, a pesar de que Huawei es legalmente una empresa privada. De hecho, el gobierno de Estados Unidos estuvo a punto de cerrar por completo ZTE este año al prohibir a sus proveedores de componentes estadounidenses que hicieran negocios con ella, aunque luego se le permitió reanudar sus operaciones al pagar una multa de $1 mil millones. El Centro Nacional de Seguridad Cibernética de Gran Bretaña ya ha advertido a las empresas de telecomunicaciones contra el uso de equipos o servicios de ZTE. Huawei ya había abandonado el mercado estadounidense en 2013, pero en el Reino Unido ha tenido una posición central en la operación de banda ancha de BT desde 2010, habiendo ganado su primer contrato en 2005. Un informe de 2013 del comité de inteligencia y seguridad parlamentaria fue extremadamente crítico con la forma en que ese acuerdo se había aprobado sin ninguna intervención ministerial. En parte como resultado de esto, se llegó a un acuerdo que permitió a expertos de GCHQ examinar el código en los equipos de Huawei utilizados en Gran Bretaña. El último informe del comité de supervisión, que vigila el progreso de la vigilancia, sugiere que hay más trabajo por hacer en algunas áreas, principalmente en relación con los componentes de terceros. Este lenguaje no es muy alarmista, y la empresa afirma que muestra que el proceso está funcionando según lo diseñado. Pero aún nos recuerda los peligros inherentes de una situación oscura. Hay numerosos casos documentados de gobiernos que utilizan equipos de enrutamiento para espiar a sus enemigos. De hecho, todos lo hacen si pueden. En 2014, las revelaciones de Snowden incluyeron el detalle de que la NSA estaba manipulando routers estadounidenses destinados a países extranjeros para insertar equipos de espionaje especiales. La sede de la Unión Africana en Addis Ababa fue construida por el gobierno chino y después de cinco años de operación se descubrió que había estado en contacto clandestino con servidores en China durante dos horas cada noche, presumiblemente informando todo lo que se había registrado durante el día. Nada detendrá estos esfuerzos, al igual que cualquier otro tipo de espionaje no puede ser completamente controlado. Los expertos en seguridad sugieren que las precauciones tomadas en el caso de Huawei ciertamente dificultan que el estado chino piratee sistemas cruciales. Pero se necesita una vigilancia constante, tanto contra errores humanos como contra malicia deliberada. El mundo moderno depende de software complicado que interactúa de manera compleja y a veces impredecible. Hacerlo seguro y mantenerlo así es una tarea tan interminable como pintar el Puente de Forth, pero cada vez más esencial.
Artículo originalmente publicado en The Guardian.