En la actualidad, cada vez más empresas están conectando sus dispositivos a Internet o incluso a una intranet local. Esto ha llevado a la generación de una gran cantidad de datos provenientes de sensores, robots y otros dispositivos. Y esos datos son valiosos. Algunos de ellos son tan valiosos que nunca deberían salir de la fábrica o del entorno de la oficina.
Mientras todos siguen diciendo que los datos son el nuevo petróleo, las empresas que ya han conectado sus equipos se están dando cuenta de que los datos pueden convertirse en una ventana que cualquiera puede utilizar para determinar la salud de su negocio o obtener una ventaja competitiva. Por lo tanto, están tratando de construir y comprar nuevos sistemas para tener un control sobre la información más importante, al mismo tiempo que la aprovechan para su propio uso.
Si la primera etapa del Internet de las cosas consistió en conectar todo a la red, la segunda etapa es una reflexión en la que nos damos cuenta de que todo lo que ponemos en línea necesita un lugar seguro donde residir y políticas sobre quién puede ver qué. La primera etapa consistió en instalar estas ventanas en el negocio. La segunda se trata de colgar cortinas.
Hace años, cuando hablaba con SAP sobre cómo las empresas iban a poder compartir datos entre fabricantes de dispositivos y proveedores en su plataforma, me preguntaba qué tipo de contratos pondrían en marcha las empresas para asegurarse de que sus datos se quedaran donde debían estar. Pero en 2014 y 2015 nadie quería hablar de eso. En su lugar, las empresas se centraban en construir negocios al estilo de X-as-a-service.
Pero ahora, según Theresa Bui Revon, responsable de IoT en la plataforma Kinetic de Cisco, las empresas del sector minorista, manufacturero, automotriz y otras industrias están despertando a la realidad de lo valiosos que son sus datos, no solo para ellos mismos, sino también para sus competidores. Por lo tanto, cuando llega el momento de renovar los acuerdos de servicio, ahora están solicitando la protección de datos y la firma de acuerdos de confidencialidad.
Por ejemplo, un fabricante de automóviles podría comprar un brazo robótico para pintar los coches que salen de la línea de montaje. Ese brazo robótico podría estar conectado. El fabricante de automóviles lo quiere así, porque el brazo robótico conectado tiene muchos beneficios. Por ejemplo, puede detectar cuándo está a punto de fallar y solicitar un ajuste antes de que ocurra una falla que ralentice la producción. Incluso podría compartir datos que podrían hacer que el proceso de pintura sea más eficiente. Sin embargo, también tiene datos que revelan exactamente cuántos coches pinta al día o cuántas pasadas de pintura se necesitan para crear un acabado exclusivo. Estos son secretos que el fabricante de automóviles definitivamente no quiere que el fabricante del brazo robótico conozca, y mucho menos interprete.
Cuando comencé a pensar en estos problemas, me centré en soluciones legales en forma de contratos y acuerdos de confidencialidad. Después de pasar más tiempo con las empresas, tengo la sospecha de que con contratos y acuerdos de confidencialidad tan estrictos, veremos asociaciones mucho más profundas, pero también plataformas que evitan que los datos se compartan en primer lugar. La solución de Cisco en este sentido es su plataforma Kinetic, pero otras empresas también están tratando de facilitar el establecimiento de políticas sobre qué datos se pueden compartir y con quién.
En resumen, proteger los datos en el Internet de las cosas se ha convertido en una prioridad para las empresas. La información que se genera a partir de los dispositivos conectados puede ser extremadamente valiosa y, por lo tanto, es necesario establecer medidas de seguridad y políticas de confidencialidad para garantizar que estos datos no caigan en manos equivocadas. Solo así las empresas podrán aprovechar al máximo los beneficios del IoT sin comprometer su información sensible.