A medida que las tensiones entre Estados Unidos y Rusia aumentan, ambas partes están desarrollando capacidades tecnológicas, incluida la inteligencia artificial, que podrían ser utilizadas en conflictos. Es fácil confundir la situación geopolítica actual con la de la década de 1980. Estados Unidos y Rusia se acusan mutuamente de interferir en asuntos internos. Rusia ha anexado territorio a pesar de las objeciones de Estados Unidos, lo que genera preocupaciones sobre un conflicto militar. Al igual que durante la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial, las naciones están desarrollando y construyendo armas basadas en tecnología avanzada. Durante la Guerra Fría, el arma de elección eran los misiles nucleares; hoy en día, es el software, ya sea utilizado para atacar sistemas informáticos o blancos en el mundo real.
La retórica rusa sobre la importancia de la inteligencia artificial está aumentando, y con razón: a medida que el software de inteligencia artificial se desarrolla, podrá tomar decisiones basadas en más datos y más rápidamente de lo que los humanos pueden manejar. Como investigador del uso de la inteligencia artificial en aplicaciones tan diversas como drones, vehículos autónomos y ciberseguridad, me preocupa que el mundo pueda estar entrando, o tal vez ya esté en, otra guerra fría impulsada por la inteligencia artificial. Y no estoy solo.
Al igual que en la Guerra Fría de las décadas de 1940 y 1950, cada lado tiene motivos para temer que su oponente obtenga una ventaja tecnológica. En una reunión reciente en la Academia de Misiles Estratégicos cerca de Moscú, el presidente ruso Vladímir Putin sugirió que la inteligencia artificial podría ser la forma en que Rusia pueda equilibrar el desequilibrio de poder creado por Estados Unidos, que gasta casi 10 veces más en defensa cada año. Los medios de comunicación estatales rusos informaron que la inteligencia artificial era “clave para que Rusia supere a Estados Unidos en defensa”. Suena notablemente similar a la retórica de la Guerra Fría, donde Estados Unidos y la Unión Soviética construyeron suficientes armas nucleares como para matar a todos en la Tierra muchas veces. Esta carrera armamentista llevó al concepto de destrucción mutua asegurada: ninguna de las partes podía arriesgarse a participar en una guerra abierta sin arriesgar su propia ruina. En cambio, ambos lados acumularon armas y se enfrentaron indirectamente a través de conflictos armados más pequeños y disputas políticas.
Ahora, más de 30 años después del final de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia han desmantelado decenas de miles de armas nucleares. Sin embargo, las tensiones están aumentando. Cualquier guerra fría moderna incluiría ciberataques y la participación de potencias nucleares en conflictos de sus aliados. Y esto ya está sucediendo. Ambos países han expulsado a diplomáticos del otro. Rusia ha anexado parte de Crimea. Incluso se ha llamado “guerra por poderes” entre Estados Unidos y Rusia a la guerra en la frontera entre Turquía y Siria. Ambos países, al igual que muchos otros, todavía tienen armas nucleares, pero su uso por parte de una potencia importante sigue siendo impensable para la mayoría. Sin embargo, informes recientes muestran una creciente preocupación pública de que los países puedan utilizarlas.
La inteligencia artificial está desempeñando un papel cada vez más importante en el panorama geopolítico actual. Su desarrollo y aplicación en el ámbito militar plantea desafíos y dilemas éticos que deben ser abordados de manera cuidadosa y responsable. Es fundamental que los líderes mundiales y los expertos en inteligencia artificial trabajen juntos para establecer regulaciones y salvaguardias que eviten el uso indebido de esta tecnología y promuevan su beneficio para la humanidad.
En conclusión, la guerra fría del siglo XXI está siendo impulsada por la inteligencia artificial. La competencia entre Estados Unidos y Rusia por el dominio tecnológico y militar está llevando a un nuevo tipo de carrera armamentista, donde el software y la inteligencia artificial son las armas de elección. Es crucial que la comunidad internacional esté atenta a estos desarrollos y trabaje en conjunto para evitar una escalada de tensiones y conflictos que podrían tener consecuencias devastadoras para el mundo.