Entendiendo el fascismo: señales de advertencia y características

Para muchos de nosotros, el “fascismo” es un término que encontramos en los libros de historia. Nos vienen a la mente imágenes en blanco y negro de Hitler y Mussolini, recordándonos un pasado olvidado, una época en la que las democracias del mundo eran jóvenes e inestables. Pero la realidad es que hoy en día muchos gobiernos alrededor del mundo están exhibiendo tendencias antidemocráticas, si no fascistas abiertamente. Desde América del Sur hasta Europa, muchos países nos dan razones para preocuparnos por el estado de la democracia.

En este artículo, exploraremos cómo las democracias que alguna vez fueron estables pueden degenerar en regímenes fascistas, y consideraremos si el mismo proceso podría amenazar a los Estados Unidos de América, la autodenominada “tierra de la libertad”. Basándonos en ejemplos históricos y contemporáneos, analizaremos qué significa el fascismo y cómo arraiga en una sociedad.

El fascismo no es una ideología política en sí misma, sino más bien un enfoque para tomar y mantener el poder. Pero, ¿qué significa realmente la palabra “fascista”? El fascismo es ideológicamente vago y puede involucrar políticas de derecha e izquierda. En la Italia de los años 20, un caldo de cultivo temprano del fascismo, había fascistas de izquierda que abogaban por un gobierno dictatorial en beneficio de la clase trabajadora, y fascistas de derecha que defendían un gobierno autoritario en el que el Estado y las empresas trabajaran estrechamente juntos. En Alemania, los Nacional Socialistas, o Nazis, combinaban promesas de pensiones más altas y una mejor educación con su propaganda antisemita. Hoy en día, los gobiernos que exhiben tendencias fascistas abarcan todo el espectro ideológico, desde el socialismo en Venezuela hasta el nacionalismo conservador en Hungría.

Entonces, la pregunta de qué es un fascista no es la más reveladora. Es mucho más informativo preguntar qué características muestra el fascismo. El fascismo se nutre de un público molesto o enojado, ya sea que ese enojo se deba a una guerra perdida o a la pérdida de territorio, a una pérdida de orgullo nacional o a la pérdida de empleos, o a una combinación de estos factores. Los líderes fascistas más exitosos tienen un carisma que les permite conectar emocionalmente con la multitud, convirtiendo la ira pública en un sentido de solidaridad y propósito público.

Una vez en el poder, los fascistas consolidan su autoridad controlando la información. El régimen de Hitler propagandizaba sin piedad: “Mi lucha”, el propio libro de Hitler, se estudiaba como la Biblia, mientras que los discursos por radio permitían al Führer transmitir su oratoria llena de odio a 80 millones de personas a la vez. Hoy en día, gobiernos autoritarios como Rusia y Turquía difunden desinformación en línea y buscan aplastar los medios de comunicación que los critican.

Un fascista normalmente afirma actuar y hablar en nombre de toda una nación o de un grupo entero, y traza una línea divisoria entre ese grupo y los forasteros, como los judíos en la Alemania nazi o los traidores de clase en la Rusia soviética. Por último, los líderes fascistas esperan que la multitud los respalde. A diferencia de otros tiranos, no desconfían de la población y no intentan calmar a la multitud; más bien, se esfuerzan por agitarla.

En resumen, el fascismo es un fenómeno complejo que puede surgir en diferentes contextos políticos y sociales. Es importante estar alerta a las señales de advertencia y comprender las características del fascismo para proteger y preservar la democracia en nuestras sociedades.

Te puede interesar