La tecnología ha avanzado a pasos agigantados en los últimos años, y con ella ha surgido una gran cantidad de información fascinante. En las universidades, como en el caso de la Universidad de Purdue, esta información se genera a partir de la infraestructura tecnológica utilizada para gestionar tareas académicas, operar instalaciones residenciales y de comedor, y apoyar a una comunidad de investigadores científicos. A través de esta infraestructura, se puede conocer la ubicación de los estudiantes en todo momento, ya que sus dispositivos móviles están conectados a la red Wi-Fi de la universidad. Cada vez que ingresan a su residencia, comedor o instalación recreativa, registran su entrada y una máquina captura la hora y el lugar. Incluso se sabe si están en clase o en sus habitaciones, ya que una máquina registra su actividad en línea y su ubicación mientras están allí.
Esta gran cantidad de datos ha llevado a las universidades a buscar patrones que puedan ser útiles para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes. Por ejemplo, ¿existe una correlación entre el ausentismo o la falta de asistencia a clases y las calificaciones más bajas? ¿El uso excesivo de internet durante las clases afecta negativamente el desempeño académico? ¿Tener comidas con las mismas personas todos los días influye en el rendimiento escolar? Si se encuentran patrones relevantes, ¿no deberíamos informar a los estudiantes para su propio beneficio?
En el caso de la Universidad de Purdue, durante los últimos dos años, prácticamente todos los estudiantes de primer año han recibido una aplicación móvil que les proporciona información personalizada para mejorar sus posibilidades de éxito académico. Hasta ahora, esta información y su uso no han generado problemas. Por ejemplo, se les puede enviar un mensaje a los estudiantes que han elegido una combinación de cursos difícil, ofreciéndoles información sobre dónde encontrar un tutor. También se les puede recordar a los estudiantes que esperar hasta el último momento para inscribirse en cursos puede dificultar su desempeño académico.
Sin embargo, surge la pregunta de hasta dónde es ético utilizar los datos personales de los estudiantes en beneficio de su educación. ¿Dónde se encuentra el límite entre el uso responsable de la información y la invasión de la privacidad? Es comprensible que las universidades quieran ayudar a sus estudiantes, pero también es importante respetar su autonomía y privacidad.
En un mundo cada vez más conectado, es fundamental establecer políticas claras y transparentes sobre el uso de datos personales en la educación. Los estudiantes deben tener la opción de decidir si desean compartir su información y cómo se utilizará. Además, es necesario garantizar que los datos se utilicen de manera segura y se proteja la privacidad de los estudiantes.
En conclusión, el uso de datos personales en la educación puede ser una herramienta poderosa para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes. Sin embargo, es importante establecer límites claros y respetar la privacidad de los estudiantes. La ética debe ser el principio rector en el uso de esta información, siempre teniendo en cuenta el bienestar y la autonomía de los estudiantes.