La inteligencia artificial (IA) ha avanzado significativamente en los últimos años, permitiendo que las máquinas realicen tareas cada vez más complejas. Sin embargo, la mayoría de los sistemas de IA requieren que los humanos les proporcionen información para comenzar a aprender. Pero, ¿qué pasaría si los algoritmos pudieran aprender por sí mismos, sin ninguna guía humana?
Investigadores de OpenAI, el laboratorio de IA sin fines de lucro fundado por Elon Musk, Sam Altman y otros líderes de Silicon Valley, en colaboración con investigadores de UC Berkeley y la Universidad de Edimburgo, han estado explorando cómo dotar a los algoritmos de IA de un sentido de curiosidad. Su investigación ha demostrado que cuando se le da a un algoritmo de IA una simple definición de curiosidad, puede explorar más de 50 videojuegos sin ninguna información proporcionada por los humanos, e incluso superar a algunos de ellos.
Pero la curiosidad tiene un costo. Los investigadores también descubrieron que, dado que el agente de IA era recompensado por ver cosas nuevas, a veces moriría a propósito solo para ver la pantalla de “Game Over”, o se quedaría fascinado con un televisor falso y su control remoto, cambiando de canal tras canal para encontrar algo nuevo.
¿Qué es la curiosidad artificial? La definición utilizada por el equipo de OpenAI para la curiosidad artificial era relativamente simple: el algoritmo intentaría predecir cómo se vería su entorno en el siguiente fotograma. Cuando ese siguiente fotograma ocurriera, el algoritmo sería recompensado según qué tan equivocado estuviera. La idea es que si el algoritmo pudiera predecir lo que sucedería en el entorno, ya lo había visto antes. Es por eso que los agentes de IA eran tan buenos en juegos como Super Mario, ya que el juego se basa en explorar hacia adelante y llegar al siguiente nivel.
¿Qué tiene de especial la televisión? Harri Edwards, investigador de OpenAI, explica que la idea de permitir que el agente de IA cambie de canal en la televisión proviene de un experimento mental llamado el problema de la televisión ruidosa. La estática en un televisor es inmensamente aleatoria, por lo que un agente de IA curioso nunca podría predecir realmente lo que sucederá a continuación y se vería atrapado viendo la televisión para siempre. En el mundo real, se podría pensar en algo completamente aleatorio, como la forma en que la luz se refleja en una cascada.
La investigación de OpenAI y sus colaboradores demuestra el poder de la curiosidad en la IA. Al dotar a los algoritmos de la capacidad de explorar y aprender por sí mismos, sin depender de la información proporcionada por los humanos, se abre un nuevo mundo de posibilidades para la inteligencia artificial. Aunque la curiosidad puede tener sus desafíos, como el riesgo de distracción o comportamientos inesperados, es un paso importante hacia la creación de sistemas de IA más autónomos y capaces.
En resumen, la curiosidad artificial es una herramienta poderosa que permite a los algoritmos de IA aprender y explorar sin la necesidad de información humana. Aunque todavía hay desafíos por superar, esta investigación demuestra el potencial de la curiosidad en el campo de la inteligencia artificial y nos acerca un paso más a la creación de sistemas verdaderamente autónomos.