El Internet de las Cosas: Una Revolución Tecnológica

El Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) se refiere a miles de millones de dispositivos físicos en todo el mundo que ahora están conectados a Internet, recopilando y compartiendo datos. Gracias a los procesadores baratos y las redes inalámbricas, es posible convertir cualquier cosa, desde una pastilla hasta un avión, en parte del IoT. Esto agrega un nivel de inteligencia digital a los dispositivos que de otra manera serían simples, permitiéndoles comunicarse sin la intervención de un ser humano y fusionando los mundos digital y físico.

¿Cuál es un ejemplo de un dispositivo de Internet de las Cosas? Cualquier objeto físico puede transformarse en un dispositivo IoT si puede conectarse a Internet y ser controlado de esa manera. Una bombilla que se puede encender mediante una aplicación de teléfono inteligente es un dispositivo IoT, al igual que un sensor de movimiento o un termostato inteligente en tu oficina o una farola conectada. Un dispositivo IoT podría ser tan simple como un juguete infantil o tan complejo como un camión sin conductor, o tan complicado como un motor de avión lleno de miles de sensores que recopilan y transmiten datos. A una escala aún mayor, los proyectos de ciudades inteligentes están llenando regiones enteras con sensores para ayudarnos a comprender y controlar el entorno.

El término “IoT” se utiliza principalmente para dispositivos que normalmente no se esperaría que tuvieran una conexión a Internet y que pueden comunicarse con la red de forma independiente de la acción humana. Por esta razón, una computadora personal no se considera generalmente un dispositivo IoT, al igual que un teléfono inteligente, aunque este último está lleno de sensores. Sin embargo, un reloj inteligente o una pulsera de actividad física podrían considerarse dispositivos IoT.

La idea de agregar sensores e inteligencia a objetos básicos se discutió a lo largo de los años 80 y 90 (y probablemente incluso antes), pero aparte de algunos proyectos iniciales, como una máquina expendedora conectada a Internet, el progreso fue lento simplemente porque la tecnología no estaba disponible. Se necesitaban procesadores baratos y de bajo consumo de energía que fueran prácticamente desechables antes de que fuera rentable conectar miles de millones de dispositivos. La adopción de etiquetas RFID, chips de baja potencia que pueden comunicarse de forma inalámbrica, resolvió parte de este problema, junto con la creciente disponibilidad de Internet de banda ancha y redes celulares e inalámbricas. La adopción de IPv6, que entre otras cosas debería proporcionar suficientes direcciones IP para todos los dispositivos que el mundo (o incluso esta galaxia) pueda necesitar, también fue un paso necesario para que el IoT se expandiera.

Kevin Ashton acuñó el término “Internet de las Cosas” en 1999, aunque tomó al menos otra década para que la tecnología alcanzara la visión. El IoT ha revolucionado la forma en que interactuamos con el mundo físico y ha abierto un sinfín de posibilidades en diversos campos, desde la salud y la industria hasta el transporte y la agricultura.

En resumen, el Internet de las Cosas es una tendencia tecnológica que está transformando nuestra forma de vida y trabajo. Con cada vez más dispositivos conectados, podemos esperar un futuro donde la comunicación y la automatización sean aún más integradas en nuestra vida diaria.

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