El Internet de las Cosas: Conectando el Mundo Físico con el Digital

El Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) es un concepto informático que describe un escenario en el que objetos físicos cotidianos están conectados a Internet y pueden identificarse a sí mismos ante otros dispositivos o procesos, a través de una dirección IP. El IoT es significativo porque un objeto que puede representarse digitalmente se convierte en algo más que el objeto en sí mismo. Ya no se trata solo del objeto en relación con el proceso; ahora se conecta con otros objetos y datos de bases de datos circundantes, permitiendo el análisis y las ideas de “big data”. En particular, los “objetos” pueden comunicarse de manera autónoma con otros objetos y otros dispositivos, como sensores en entornos de fabricación o un rastreador de actividad con un teléfono inteligente. El IoT ha evolucionado a partir de la convergencia de tecnologías inalámbricas, sistemas microelectromecánicos, microservicios e Internet. Esta convergencia ha derribado las barreras entre la tecnología operativa y la tecnología de la información, permitiendo que los datos generados por máquinas sin estructura se analicen en busca de ideas que impulsen mejoras.

El IoT tiene innumerables casos de uso en los que se puede implementar, como en la fabricación, los vehículos e incluso casos futuros como las ciudades inteligentes y la energía. La fabricación, por ejemplo, ha estado operando equipos en el taller durante décadas con sensores que controlan los procesos de las máquinas, pero estos sensores han sido relativamente simples, no han estado habilitados para IP ni han podido comunicarse más allá de su proceso local. Esta situación está cambiando; ahora se están produciendo equipos de fabricación con sensores habilitados para IP, que pueden comunicarse entre sí, recopilar y difundir datos en tiempo real. Hay muchos beneficios para el fabricante, como el control de la rotación del producto, la automatización de los procesos de reposición, el monitoreo de la línea de producción, las alertas en tiempo real de aseguramiento de calidad, etc.

Una ciudad inteligente se define como una ciudad que monitorea e integra las condiciones de toda su infraestructura crítica, como carreteras, puentes, túneles, ferrocarriles, aeropuertos, puertos marítimos, agua, energía y edificios importantes. Con el uso de la tecnología IoT, los planificadores de la ciudad pueden optimizar mejor sus recursos, planificar el mantenimiento preventivo, monitorear la seguridad y controlar la respuesta a emergencias, a través de sistemas de monitoreo avanzados y sensores inteligentes incorporados con datos recopilados y evaluados en tiempo real. Cada vez habrá un enfoque en el comportamiento del consumo de energía. Debido a la naturaleza volátil de dicho suministro, se requiere una red eléctrica inteligente e flexible que pueda reaccionar a las fluctuaciones de energía controlando las fuentes de energía eléctrica, ya sea generadas o almacenadas, y mediante una configuración adecuada. Una red de dispositivos inteligentes e infraestructura de red se basará en gran medida en conceptos de IoT. La red inteligente se implementará en un tipo de “internet” en el que cada paquete de energía se gestionará de manera similar a un paquete de datos, a través de enrutadores y pasarelas que pueden decidir de manera autónoma la mejor ruta para que el paquete llegue a su destino, basándose en transceptores de comunicación estándar e interoperables, pasarelas y protocolos.

El Internet de las Cosas está transformando la forma en que interactuamos con el mundo físico y digital. Desde la fabricación hasta las ciudades inteligentes, esta tecnología ofrece innumerables oportunidades para mejorar la eficiencia, la seguridad y la calidad de vida. A medida que el IoT continúa evolucionando, podemos esperar ver aún más casos de uso innovadores y beneficios para la sociedad en general.

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