La inteligencia artificial (IA) es una tecnología que despierta la imaginación humana. Nos preguntamos cómo será nuestro futuro al compartir la Tierra con máquinas inteligentes. Nuestras mentes se inclinan hacia los extremos, hacia las visiones contrastantes que han capturado la atención pública y dividido a gran parte de la comunidad tecnológica.
Por un lado, están los utópicos que creen que una vez que la IA supere ampliamente la inteligencia humana, nos proporcionará herramientas casi mágicas para aliviar el sufrimiento y realizar el potencial humano. En esta visión, los sistemas de IA superinteligentes comprenderán tan profundamente el universo que actuarán como oráculos omnipotentes, respondiendo a las preguntas más difíciles de la humanidad y generando soluciones brillantes a problemas como enfermedades y cambio climático.
Pero no todos son tan optimistas. El empresario tecnológico Elon Musk es el miembro más conocido del grupo distópico, quien ha calificado a los sistemas de IA superinteligentes como “el mayor riesgo al que nos enfrentamos como civilización”, comparando su creación con “invocar al demonio”. Este grupo advierte que cuando los humanos creen programas de IA que se auto-mejoran y cuya inteligencia supera la nuestra, perderemos la capacidad de entenderlos o controlarlos.
¿Qué visión debemos aceptar? Yo diría que ninguna. Simplemente no son posibles con la tecnología que tenemos hoy en día ni con los avances que podrían estar a la vuelta de la esquina. Ambos escenarios requerirían una “inteligencia artificial general” que pueda manejar la increíble diversidad de tareas realizadas por el cerebro humano. Dar este salto requeriría varios avances científicos fundamentales, cada uno de los cuales podría llevar muchas décadas, si no siglos.
Las verdaderas batallas que nos esperan carecerán del drama apocalíptico de las películas de Hollywood, pero de todas formas perturbarán la estructura de nuestros sistemas económicos y políticos. En las próximas décadas, nos enfrentaremos a una crisis impulsada por la IA en cuanto a empleo, desigualdad y sentido de la vida. La nueva tecnología eliminará una gran parte del trabajo tal como lo conocemos, ampliando dramáticamente la brecha de riqueza y planteando un desafío a la dignidad humana de todos nosotros. Esta interrupción sin precedentes no requiere nuevos avances científicos en IA, solo la aplicación de la tecnología existente a nuevos problemas. Afectará tanto a profesionales de cuello blanco como a trabajadores de fábricas.
A pesar de estos inmensos desafíos, mantengo la esperanza. Si se maneja con cuidado y previsión, esta crisis de la IA podría presentarnos la oportunidad de redirigir nuestra energía como sociedad hacia actividades más humanas: cuidarnos mutuamente y a nuestras comunidades. Para tener alguna posibilidad de forjar ese futuro, primero debemos comprender el desafío económico que estamos a punto de enfrentar.
Artículo original: WSJ


