Hace cinco años, en febrero de 2012, un artículo en el Sunday Review del New York Times anunció la llegada de una nueva era en los asuntos humanos: “La Era del Big Data”. La sociedad estaba embarcándose en una revolución, nos informaba el artículo, en la cual la recolección y análisis de enormes cantidades de datos transformarían casi todos los aspectos de la vida. Ya no se limitaría el análisis de datos a hojas de cálculo y regresiones: el advenimiento de la supercomputación, combinado con la proliferación de sensores conectados a internet que podían registrar datos constantemente y enviarlos a la nube, significaba que el tipo de análisis estadístico avanzado descrito en el libro de béisbol Moneyball de Michael Lewis en 2003 podría aplicarse a campos que van desde los negocios hasta la academia, la medicina y el romance. No solo eso, sino que el sofisticado software de análisis de datos podría ayudar a identificar correlaciones totalmente inesperadas, como una relación entre el uso de mayúsculas por parte de un receptor de préstamos y su probabilidad de incumplimiento. Esto seguramente produciría ideas novedosas que cambiarían nuestra forma de pensar acerca de, bueno, casi todo. El Times no fue el primero en llegar a esta conclusión: su historia se basó en un informe seminal de McKinsey de 2011 y fue respaldada por un informe oficial del Foro Económico Mundial de 2012 en Davos, Suiza, titulado “Big Data, Gran Impacto”. Pero el pronunciamiento del periódico de referencia parece ser un hito tan apropiado como cualquier otro para marcar el comienzo de la era. Al mes siguiente, la Casa Blanca de Barack Obama lanzó una iniciativa nacional de big data de $200 millones, y comenzó la frenesí: la academia, las organizaciones sin fines de lucro, los gobiernos y las empresas se apresuraron a descubrir qué era “big data” y cómo podrían capitalizarlo. La frenesí, como resultó, fue de corta duración. Cinco años después, los datos juegan un papel mucho más amplio en nuestras vidas, sin embargo, el término big data ha pasado de moda y ha adquirido una reputación poco favorable. Vale la pena mirar hacia atrás y ver qué sucedió exactamente con la revolución que nos prometieron, y hacia dónde se dirigen los datos, el análisis y los algoritmos ahora.
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