Las supercomputadoras están evolucionando a un ritmo frenético, pero sin importar cuán poderosas sean, siguen siendo imprácticas para resolver desafíos de seguridad. En junio, se coronó a un nuevo ganador en la competencia por ser la supercomputadora más rápida del mundo, con Estados Unidos recuperando el primer lugar de China. La supercomputadora Summit del Oak Ridge National Lab puede procesar más de 122 petaflops, es decir, 122 billones de operaciones de punto flotante por segundo. El Sunway TaihuLight de China, que ocupó el primer lugar durante los últimos cinco años, puede hacer 93 petaflops. A pesar de ser más rápida, Summit tiene una quinta parte de los núcleos del sistema chino y utiliza la mitad de la energía, lo que demuestra lo rápido que están evolucionando las supercomputadoras en estos días. La supercomputadora utilizada en el Proyecto del Genoma Humano en la década de 1990 era menos potente que uno de los teléfonos inteligentes de hoy en día. Pero mantenerse a la vanguardia tiene un costo. Summit le costó al ORNL 200 millones de dólares. Debido a los gastos, las supercomputadoras se utilizan típicamente para los cálculos más intensivos, como predecir el cambio climático o modelar el flujo de aire alrededor de nuevas aeronaves.
Bruce Beam tuvo experiencia personal con supercomputadoras cuando era director de TI de la Marina de los Estados Unidos. “Modelamos cosas que no se podrían hacer en la práctica, como modelar los efectos de las armas nucleares”, dijo Beam, quien ahora es director de seguridad e infraestructura en el Consorcio Internacional de Certificación de Seguridad de Sistemas de Información. “Es muy impráctico hacer eso en el mundo real”. Las supercomputadoras también pueden tener aplicaciones en ciberseguridad, pero según los expertos, aún falta mucho para que eso sea una realidad. Por ejemplo, IBM está utilizando una supercomputadora para analizar datos de amenazas, dijo Beam, pero el proyecto aún está en sus etapas iniciales.
En resumen, las supercomputadoras continúan avanzando en términos de potencia y eficiencia, pero todavía no son prácticas para abordar los desafíos de seguridad. Aunque se utilizan en campos como la predicción del cambio climático y la modelización de aeronaves, su costo y limitaciones técnicas hacen que su aplicación en ciberseguridad sea un objetivo a largo plazo. A medida que la tecnología avance y los costos disminuyan, es posible que veamos un mayor uso de supercomputadoras en la seguridad informática. Sin embargo, por ahora, debemos confiar en otras soluciones y en el trabajo de expertos en seguridad para proteger nuestros sistemas y datos.