La reciente comparecencia de Mark Zuckerberg ante el Congreso generó un amplio debate sobre las políticas de privacidad de Facebook, su modelo de negocio basado en la publicidad y la protección de los consumidores en todo el mundo. Sin embargo, hay otro tema igualmente importante pero menos destacado en la conversación pública: el uso ético de los datos personales de las redes sociales por parte de los académicos.
Para comprender el comportamiento político o social en la actualidad, los académicos necesitan acceder a datos privados. Sin embargo, en el caso que llevó a la comparecencia de Zuckerberg, un académico recopiló datos a través de una “aplicación de terceros” que desarrolló y luego vendió esos datos a Cambridge Analytica, con resultados desafortunados. Dada la importancia de los procesos de revisión de la investigación para las instituciones y la estricta supervisión de las Juntas de Revisión Institucional (IRB) en los Estados Unidos en particular, el caso de Facebook pone de relieve los desafíos de realizar investigaciones de big data en Internet.
Ciertamente, las audiencias de Zuckerberg se centraron en temas importantes (y proporcionaron mucho teatro en el Congreso), pero las implicaciones para la investigación en ciencias sociales ahora están en duda. Los investigadores que han solicitado acceso a grandes conjuntos de datos para conocer más sobre nuestras vidas digitales están preocupados por cómo las empresas tecnológicas cambiarán sus políticas. Facebook, por ejemplo, ha dudado en compartir datos con científicos sociales que tienen preguntas sobre opiniones políticas, comportamiento interpersonal, redes grupales y vida digital.
Desde hace mucho tiempo sabemos que las tecnologías digitales han tenido un impacto significativo en todo tipo de investigación científica, pero la gestión de la supervisión de la recopilación de datos en un mundo digital se ha vuelto mucho más compleja con el tiempo. Históricamente, los datos sociales, en forma de encuestas o transcripciones de entrevistas, se recopilaban con el consentimiento informado y se almacenaban en papel en un archivador cerrado con llave. Con la aparición de las encuestas en línea, los conjuntos de datos se almacenaban en computadoras protegidas con contraseña o encriptadas. Ahora, la aparición de la computación en la nube está cambiando nuevamente la gestión de datos y debemos confiar en un proveedor de servicios en la nube para proteger los datos.
Es difícil ver cómo los cambios recientes en la política de las Juntas de Revisión Institucional tienen en cuenta la magnitud de la protección necesaria para los participantes de la investigación de todo tipo. De hecho, los cambios recientes en la política federal en los Estados Unidos fueron las primeras revisiones en décadas, excluyendo las pautas para la protección humana en la ciencia de datos, y parecen haber relajado los estándares existentes para proteger a los participantes de la investigación. Estos cambios en la política federal incluyen una lista ampliada de los tipos de investigación que están exentos de una revisión completa de la Junta de Revisión Institucional, un alcance ampliado del consentimiento para el uso de datos secundarios y la necesidad de obtener la aprobación de la Junta de Revisión Institucional en cada sitio de investigación en lugar de una cobertura de una sola Junta de Revisión Institucional para estudios en múltiples sitios.
En resumen, la investigación en ciencias sociales se enfrenta a desafíos significativos en la era digital. Es fundamental encontrar un equilibrio entre el acceso a datos privados y la protección de los participantes de la investigación. Los académicos, las instituciones y las empresas tecnológicas deben trabajar juntos para establecer políticas y prácticas éticas que permitan la investigación científica sin comprometer la privacidad y la seguridad de los individuos.