El auge de la manipulación política a través de los datos

Recientemente, el escándalo de Cambridge Analytica ha puesto de manifiesto cómo la política se está moviendo en una dirección perturbadora. Desde el exterior, todo parecía caótico y frenético. Una campaña que iba de escándalo en escándalo camino a una derrota total. Pero así no se sentía dentro de las oficinas del ‘Project Alamo’ en San Antonio, Texas, donde la división digital de Trump, liderada por Brad Parscale, quien había trabajado previamente en la división de bienes raíces de Trump, estaba llevando a cabo una de las campañas electorales más sofisticadas basadas en datos de la historia.

Una vez que se aseguró la nominación de Trump, los pesos pesados del Partido Republicano se unieron a la campaña, al igual que el personal cedido por Facebook y Google, allí para ayudar a sus clientes bien remunerados a utilizar de la mejor manera posible sus plataformas para llegar a los votantes. También se unieron a ellos 13 empleados de la firma de análisis de datos con sede en el Reino Unido, Cambridge Analytica, liderados por el director de producto Matt ‘Oz’ Oczkowski, quien tenía unos enormes bíceps y caminaba por la oficina llevando un palo de golf.

Brad y su jefe Jared Kushner apostaron todo a una campaña basada en datos, pensando que esa era su mejor oportunidad contra la formidable maquinaria de Clinton. Cambridge Analytica fue el equipo de datos contratado para ayudarles a lograrlo. Su principal tarea era construir lo que llamaban ‘universos’ de votantes, agrupando a las personas en categorías, como madres estadounidenses preocupadas por el cuidado de los niños que no habían votado antes. Cambridge tenía una base de datos de alrededor de 5,000 puntos de datos sobre 200 millones de estadounidenses y la combinó con los datos de votantes del Partido Republicano para construir docenas de estos universos altamente enfocados y modelar cuán ‘persuasibles’ eran sus miembros. (Por ejemplo, los analistas descubrieron durante la carrera que la preferencia por los automóviles fabricados en Estados Unidos era una sólida indicación de un posible votante de Trump).

Los creativos diseñaron anuncios especializados para estos universos, basados en las cosas específicas que se pensaba que les importaban. Todo fue probado, vuelto a probar, rediseñado. Enviaron miles de versiones de correos electrónicos de recaudación de fondos o anuncios de Facebook, averiguando cuál funcionaba mejor. Incluso probaron qué imagen poco favorecedora de Hillary funcionaba mejor. Y no solo se trataba de los anuncios en línea. Los universos de Cambridge Analytica también mostraron dónde Trump debería realizar mítines. Unas semanas después, por ejemplo, Brad redirigió los presupuestos a los estados clave de Michigan y Wisconsin. Kushner le dijo a Trump que también comenzara a hacer campaña en Pensilvania. En ese momento, los comentaristas dijeron que eso era estúpido. Pero todo estaba basado en datos.

Este caso nos muestra cómo los datos se están utilizando cada vez más para manipular la opinión pública y dirigir las campañas políticas. La información personal de millones de personas se recopila y se utiliza para crear perfiles detallados que permiten a los políticos adaptar su mensaje y estrategia para influir en los votantes de manera más efectiva. Esto plantea serias preocupaciones sobre la privacidad y la ética en la política.

Es importante que los ciudadanos estén conscientes de cómo se están utilizando sus datos y de las implicaciones que esto tiene para la democracia. Además, es fundamental que se establezcan regulaciones y salvaguardias adecuadas para proteger la privacidad de las personas y prevenir el abuso de los datos en el ámbito político.

En resumen, el caso de Cambridge Analytica nos muestra la creciente influencia de los datos en la política y la necesidad de abordar esta cuestión de manera responsable y ética.

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