Hoy en día, la vida moderna nos sumerge en una rutina que a menudo nos aleja de las emociones y la creatividad. A través de la poesía de este texto, podemos reflexionar sobre cómo la tecnología y la eficiencia han eliminado la humanidad de muchas de nuestras interacciones diarias.

La forma en que nos relacionamos con el mundo ha cambiado drásticamente. Las transacciones bancarias en línea, si bien son convenientes, eliminan la posibilidad de dejar comentarios personales o expresar emociones. Nos vemos obligados a adaptarnos a campos predefinidos y límites de caracteres, dejando de lado la riqueza de la experiencia humana.

Del mismo modo, la burocracia y la formalidad se imponen en diferentes aspectos de nuestras vidas. Ya sea al tratar con el sistema de salud o al alquilar una propiedad, las historias detrás de cada situación se pierden en la frialdad de los procesos administrativos. Las alegrías, las penas, los triunfos y las tragedias que dan color a nuestra existencia quedan en segundo plano.

Nos encontramos atrapados en un ciclo de responsabilidades y tareas que a menudo nos impiden explorar nuestra creatividad y buscar experiencias auténticas. La presión por cumplir con las obligaciones financieras y las expectativas sociales nos aleja de la posibilidad de encontrar belleza en los detalles cotidianos.

Es fundamental detenernos a reflexionar sobre cómo la monotonía de la vida moderna afecta nuestra capacidad para conectarnos con nuestra esencia humana. La velocidad a la que vivimos y la obsesión por la eficiencia nos privan de la oportunidad de apreciar la complejidad y la diversidad del mundo que nos rodea.

En un momento en el que la tecnología nos ofrece comodidad y practicidad, es importante no perder de vista la importancia de mantener vivo nuestro espíritu creativo y nuestra sensibilidad hacia lo que nos hace humanos. Recordemos que, más allá de las tareas y responsabilidades diarias, existe un mundo de emociones, experiencias y posibilidades esperando ser explorado.

Source: Medium