En la vida cotidiana, nos vemos inmersos en un mar de circunstancias que influyen en nuestras decisiones y percepciones. Todo es relativo, o al menos eso parece. Nos consideramos a nosotros mismos como centros de nuestros propios universos, ¿pero quiénes somos para sugerir lo contrario, especialmente desde la perspectiva de un observador externo?
A medida que vivimos, consumimos, coleccionamos y compartimentamos constantemente nuestra experiencia para predecir el futuro o al menos prepararnos mental y físicamente para el siguiente momento. El desarrollo de la memoria puede ser considerado un instinto de supervivencia en este sentido. Estas son las formas mentales y los sistemas en los que basamos nuestras decisiones y evaluaciones, tanto para planificar estratégicamente como para aplicar tácticas diarias con miras a un resultado anticipado.
Sin embargo, somos humanos y, como tal, tenemos una naturaleza subjetiva en cuanto a las circunstancias que vivimos, consumimos y evaluamos. En la mayoría de los casos, no somos naturalmente objetivos ni racionales, lo cual plantea el interrogante: ¿podemos eliminar las circunstancias y la subjetividad de la planificación estratégica? ¿Es posible coordinar sistemas objetivos que cultiven, contribuyan y evolucionen la naturaleza subjetiva de nuestras circunstancias? ¿Somos capaces de desprendernos de nuestra relatividad para adoptar una posición más objetiva o universal en nuestras decisiones diarias y alinear nuestro propósito y contribuciones con un significado mayor?
¿Somos capaces de alcanzar la unidad? ¿De elevarnos a un nivel de conciencia más allá de nuestros instintos de supervivencia, miedos y deseos de búsqueda de placer y evitación del dolor? A decir verdad, no tengo la respuesta a estas preguntas. Sin embargo, esto no significa que debamos privarnos de reflexionar sobre el “por qué” y el “cómo” de las circunstancias que rodean, dirigen e influyen en nuestras decisiones.
¿Cuánto nos conocemos realmente a nosotros mismos y a lo que hacemos? Después de leer esto, quizás llegues a la conclusión de que te conoces un poco menos de lo que pensabas y, a su vez, te sientas más intrigado por el porqué o más consciente de ello.
Pensamientos para reflexionar:
Perderse: A veces, es válido y hasta admirable perderse regularmente, permitir que la mente divague y que el cuerpo siga, siempre y cuando sea sin estar pendientes del teléfono.
El maestro y la montaña: Alcanzar la cima de la montaña es solo la mitad del viaje, como máximo. Existen oportunidades infinitas por explorar tanto en la cima como en el descenso, y debemos apreciar todo lo que hemos logrado y lo que hemos pasado por alto en el ascenso.
Tu tribu: Cuando estás con tu tribu, puedes observar y comprender dos cosas: primero, que esas personas están ahí para apoyarte, inspirarte y hacerte ser una mejor versión de ti mismo y de lo que creas. Segundo, que probablemente están sintiendo, pensando y buscando las mismas cosas que tú, con la misma pasión, propósito e inseguridad. Por lo tanto, acércate. Ellos son tu tribu.
El multiplicador de la empatía: Observar la risa y las emociones puede representar el 80% de lo que es tener y experimentarlas uno mismo. Cuanto más empático seas, más te acercarás a experimentar esas emociones. En un mundo lleno de personas, ruido y experiencias, esto nos brinda una oportunidad increíble de alegría.
Más es mejor, suficiente es lo mejor: Solo cuando te aceptas a ti mismo como “suficiente” podrás crear contribuciones realmente valiosas que van más allá de la búsqueda de la pasión y la exploración de lo conocido. Es en el momento de la aceptación cuando puedes convertirte, destacar y contribuir más.
En resumen, las circunstancias y la subjetividad son elementos inherentes a nuestra vida diaria, pero reflexionar sobre cómo influyen en nuestras decisiones y acciones puede llevarnos a un mayor nivel de conciencia y a una toma de decisiones más objetiva y alineada con un propósito superior.
Source: Medium