En el mundo laboral y en la vida cotidiana, a menudo escuchamos ciertos slogans o frases populares que son adoptadas sin analizar a fondo su significado y contexto. Uno de los ejemplos más comunes es “es mejor pedir perdón que pedir permiso”. Sin embargo, esta frase puede llevar a consecuencias negativas si se interpreta de manera incorrecta o se aplica de forma indiscriminada.

Cuando se establece una cultura organizacional en la cual se promueve la idea de que es preferible actuar primero y luego rectificar en caso de ser necesario, se pueden generar sesgos sistémicos y comportamientos perjudiciales. Es fundamental comprender que detrás de este enfoque hay una serie de supuestos que deben cumplirse para que verdaderamente sea más efectivo pedir perdón que solicitar permiso.

En primer lugar, se debe considerar si las consecuencias de cometer un error son realmente bajas, ya que de lo contrario simplemente disculparse no sería suficiente. Además, es necesario que exista una sola parte homogénea a la cual se le pueda pedir perdón, ya que de lo contrario la solicitud de perdón carecería de sentido al no poder ser perdonado por todas las partes involucradas.

Asimismo, se debe evaluar si solicitar permiso resulta más complicado o arriesgado que pedir perdón, lo cual implica que la parte a la que se le pide permiso debe ser conservadora al respecto. Por otro lado, es crucial que exista una alta probabilidad de éxito en la tarea realizada, de lo contrario la persona que sigue este consejo podría ser vista como un irresponsable crónico.

Por último, es fundamental que realizar la tarea en sí misma sea gratificante, incluso en caso de fracaso, lo que implica valorar la experiencia adquirida más allá del resultado final. Sin embargo, es importante reflexionar sobre cómo se interpreta la palabra “mejor” en este contexto. En ocasiones, en la industria tecnológica por ejemplo, “mejor” puede referirse a lo que beneficia el salario personal en lugar de lo que beneficia a los usuarios finales.

Este enfoque puede llevar a situaciones comprometidas en las cuales las consecuencias son más graves que simplemente perder un salario. En entornos donde se manejan datos sensibles, se prestan servicios críticos o se trabaja con el bienestar de los demás, la actitud de actuar primero y pedir perdón después puede resultar altamente perjudicial.

La aplicación indiscriminada de este enfoque ha sido asociada con comportamientos negativos en la industria tecnológica y en otros ámbitos laborales. Empresas como Uber han violado repetidamente leyes laborales con la creencia de que pedir perdón es más fácil que pedir permiso, lo cual plantea serias dudas sobre sus prácticas éticas y legales.

Asimismo, esta mentalidad puede influir en la calidad del trabajo producido, en la falta de transparencia en la gestión de datos de los usuarios, en prácticas comerciales cuestionables y en una cultura general de individualismo que contradice el discurso de “salvar el mundo” que muchas empresas suelen promover.

Es fundamental entender que al realizar un trabajo real, se adquieren responsabilidades reales. Una de esas responsabilidades es garantizar que las decisiones tomadas sean seguras, no solo en beneficio propio, sino en consideración de todos los involucrados. Esto implica consultar con colegas para asegurarse de que los planes no sean perjudiciales, y estar dispuesto a aceptar un “no” como respuesta en caso de que sea necesario.

En resumen, la idea de que es mejor pedir perdón que pedir permiso debe ser analizada y aplicada con precaución, considerando siempre las implicaciones y consecuencias de nuestros actos. En un entorno laboral y social donde la transparencia, la ética y el respeto son fundamentales, es necesario priorizar la responsabilidad y la autorregulación en lugar de buscar excusas para justificar acciones incorrectas. Pedir permiso puede llevar más tiempo y esfuerzo, pero a largo plazo demuestra un compromiso con la integridad y la calidad en todo lo que hacemos.

Source: Medium