La famosa frase de Jim Rohn “Eres el promedio de las cinco personas con las que pasas más tiempo” nos invita a reflexionar sobre la influencia que nuestro círculo cercano tiene en nuestras vidas. Aunque muchos rechazan la idea de considerarse promedio, la realidad es que al menos el 50% de las personas se sitúan por debajo de este promedio.

El término “promedio” suele llevar consigo una connotación negativa, pero ¿es realmente así en todos los aspectos? Por ejemplo, ¿es negativo ser una persona que fuma, bebe o tiene un peso menor al promedio? Ciertamente, existen áreas en las que estar por debajo del promedio puede considerarse positivo, pero hay otras, como la inteligencia, donde no queremos encontrarnos en ese grupo.

Es importante considerar que, aunque no podemos elegir a nuestra familia, sí podemos seleccionar a nuestros amigos. Según la teoría de Jim Rohn, parte de lo que somos se ve reflejado en las personas con las que decidimos pasar nuestro tiempo. Por lo tanto, elegir a amigos con quienes compartimos valores, aspiraciones e inteligencia puede influir positivamente en nuestro desarrollo personal.

La cita de Franklin D. Roosevelt nos recuerda la importancia de rodearnos de personas inteligentes, mientras que las palabras de Salvador Dalí y Napoleon Hill enfatizan que la inteligencia sin acción es poco efectiva. De nada sirve tener un alto coeficiente intelectual si no se pone en práctica para lograr resultados concretos.

Muchas veces vemos personas altamente calificadas académicamente que no logran traducir su inteligencia en resultados exitosos. Culpan a otros por sus fracasos, cuando en realidad el problema radica en la falta de acción y uso efectivo de sus capacidades. Como señala Voltaire, la sensatez no siempre es común, y tener inteligencia sin utilizarla de forma adecuada es una oportunidad perdida.

La educación formal, desde la escuela hasta la universidad, puede evaluarnos en términos de inteligencia, pero falla en enseñarnos cómo aplicar ese conocimiento para obtener resultados. Es en la interacción con nuestro entorno, especialmente con las personas más cercanas, donde se pone a prueba nuestra capacidad de utilizar la inteligencia de manera efectiva.

A menudo, elegimos amistades que refuercen nuestra autoestima o nos hagan sentir superiores, sin considerar que esas elecciones pueden afectar nuestra propia evolución. Es fundamental rodearnos de individuos que nos desafíen, nos inspiren y nos impulsen a crecer en lugar de conformarnos con la mediocridad.

En definitiva, la clave no es solo tener inteligencia, sino también saber cómo utilizarla para alcanzar nuestros objetivos. Seamos conscientes de la influencia de nuestro entorno, elijamos sabiamente a quienes nos rodean y estemos dispuestos a poner en práctica nuestra inteligencia para marcar la diferencia en nuestro propio camino hacia el éxito.

Source: Medium