En la última década, los Estados Unidos habían mostrado tendencias prometedoras en la reducción de la pobreza, con el número de personas en situación de pobreza disminuyendo notablemente de 48.8 millones en 2013 a 34 millones en 2019. En un lapso de seis años, millones de estadounidenses salieron de la pobreza, marcando pasos significativos hacia la estabilidad socioeconómica de la nación. Sin embargo, este progreso se detuvo e incluso se revirtió con la llegada de la pandemia de COVID-19.
La pandemia de COVID-19 ha creado una crisis socioeconómica sin precedentes en todo el mundo, y Estados Unidos, a pesar de su poder económico, no ha sido ajeno a ella. La pandemia y sus posteriores medidas de contención, que incluyeron bloqueos y cierres comerciales, desencadenaron una grave recesión económica. Se perdieron empleos, se redujeron los salarios, las fuentes de ingresos habituales se secaron y, como resultado, muchas familias terminaron volviendo a caer en la pobreza.
El impacto de la pandemia en la pobreza no se distribuyó de manera uniforme. En su lugar, afectó de manera desproporcionada a las familias vulnerables, exacerbando así las disparidades socioeconómicas existentes. Las familias de bajos ingresos con ahorros mínimos y la falta de un ingreso estable se vieron indefensas contra la embestida de la crisis de COVID-19. Al mismo tiempo, las comunidades de color, las mujeres y los hogares monoparentales presenciaron una incidencia mucho mayor de pobreza debido a la pandemia. La crisis también ha puesto de manifiesto los efectos drásticos de la desigualdad de ingresos en los Estados Unidos. Aquellos en el extremo inferior de la escala de ingresos ya estaban precariamente ubicados antes de la pandemia. El golpe económico de COVID-19 los empujó aún más hacia la privación, profundizando así la división económica.
A pesar de este sombrío escenario, hay un creciente reconocimiento de la necesidad de implementar sistemas de apoyo integrales y sostenibles para mitigar la pobreza. Los beneficios del seguro de desempleo, el Programa de Protección de Cheques de Pago y los pagos de estímulo directo han demostrado su potencial para proporcionar redes de seguridad a aquellos en necesidad durante momentos excepcionales. Sin embargo, depender solo de medidas de emergencia no es suficiente para sostener la recuperación a largo plazo y reducir la pobreza.
Un enfoque de dos puntas puede ser efectivo para combatir la pobreza en la era postpandémica. Por un lado, las medidas de alivio inmediato deben continuar todo el tiempo que sea necesario. Por otro lado, el desarrollo de estructuras socioeconómicas más resilientes e inclusivas es crucial para proporcionar seguridad contra futuros impactos. Esto incluye áreas clave como el fortalecimiento de las redes de seguridad social, la promoción de un crecimiento económico inclusivo, la optimización de la educación y la formación de habilidades, garantizar el acceso a la atención médica y la vivienda asequible y adaptar las leyes laborales a las realidades actuales.
Los responsables políticos deben utilizar este acontecimiento adverso como un catalizador para crear una economía más equitativa y resistente. La tendencia de reducción de la pobreza en los Estados Unidos se vio significativamente afectada por la pandemia de COVID-19. Estas abrumadoras realidades subrayan la urgente necesidad de implementar un enfoque integral y sostenible hacia la reducción de la pobreza. Esta crisis sin precedentes podría ser un terreno hostil para navegar, sin embargo, ofrece una oportunidad única para reajustar las políticas socioeconómicas dirigidas hacia un desarrollo más comprensivo, inclusivo y sostenible.
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto devastador en el empleo, causando que millones de estadounidenses pierdan sus trabajos y enfrenten dificultades financieras. Individuos y familias que ya eran vulnerables debido a diversas circunstancias se vieron luchando por acceder al empleo y mantenerlo a largo plazo. El relato personal de un trabajador despedido llamado Juan (nombre cambiado por privacidad) sirve como un ejemplo conmovedor. Antes de la COVID-19, Juan, sus dos hermanos mayores y su padrastro trabajaban arduamente para mantener a su hogar. Sin embargo, la pandemia y el consiguiente confinamiento llevaron a un desempleo repentino para todos ellos. Esta pérdida de ingresos ha resultado en dificultades significativas para encontrar un nuevo empleo, perpetuando aún más sus luchas financieras.
La pobreza no es solo un problema individual; tiene consecuencias económicas y sociales de gran alcance. En los Estados Unidos, aproximadamente el 11% del presupuesto federal, o $665 mil millones, se destina a programas de seguridad económica destinados a ayudar a quienes viven en la pobreza. Se estima que la pobreza infantil sola está costando al país más de $1 billón según investigaciones de 2018. Estas cifras destacan la importancia de la carga financiera de la pobreza tanto para los individuos como para la sociedad en su conjunto.
Aunque la pobreza afecta a personas de todos los ámbitos de la vida, ciertas poblaciones son más vulnerables debido a desventajas sistemáticas. Comunidades minoritarias, hogares monoparentales y personas con discapacidades se encuentran entre los más afectados por la pobreza. Estos grupos marginados a menudo enfrentan barreras adicionales para acceder a la educación, la atención médica y oportunidades de empleo, perpetuando así el ciclo de la pobreza.
La pandemia de COVID-19 ha subrayado la necesidad urgente de sistemas de apoyo social y políticas mejoradas para mitigar efectivamente la pobreza y sus consecuencias. Los gobiernos, tanto a nivel federal como estatal, deberían invertir en estrategias integrales que aborden las causas profundas de la pobreza, proporcionen apoyo financiero a quienes lo necesiten y promuevan oportunidades económicas. Crear oportunidades de empleo sostenible, especialmente a través de inversiones en educación y capacitación, es crucial. Además, la expansión de redes de seguridad social, como beneficios por desempleo, vivienda asequible, acceso a la atención médica y programas de cuidado infantil, pueden proporcionar el apoyo necesario para sacar a las familias de la pobreza.
El progreso realizado en la reducción de las tasas de pobreza en los Estados Unidos en la última década ha sido ensombrecido por el impacto devastador de la pandemia de COVID-19. La pandemia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las familias y expuesto las fallas y lagunas en los sistemas de apoyo existentes. Para abordar de manera efectiva la pobreza y sus consecuencias, los responsables políticos deben priorizar la implementación de estrategias integrales, invertir en educación y capacitación, y expandir las redes de seguridad social. De esta manera, pueden ayudar a proporcionar un camino hacia la estabilidad económica y la oportunidad para todos los estadounidenses.
Source: Medium