Cuando nos detenemos a reflexionar sobre el mundo de la publicidad y cómo afecta a nuestra sociedad, surgen una serie de preguntas e inquietudes sobre el futuro y las implicaciones que conlleva. ¿Cómo sería un mundo sin anuncios publicitarios o sin la segmentación del público objetivo? ¿Ayudaría a nuestra sociedad a evolucionar más allá de nuestra naturaleza impulsiva? ¿Podrían los negocios prosperar basándose en el valor por encima de su creciente dependencia de la vanidad y el comportamiento manipulado del usuario? ¿Podría un entorno sin publicidad orientarnos hacia vidas más plenas, conscientes, reflexivas y significativas?
En un mundo anterior a la era digital, los anuncios tenían un impacto limitado en nuestra sociedad. Si bien compartían características con la publicidad actual en cuanto a ingeniería de comportamiento, apelación a la vanidad, impulsos, emociones y demás, los anuncios analógicos carecían del alcance y, lo más importante, de la precisión en la segmentación que caracteriza al marketing digital. La tecnología que nos brinda acceso al mundo en la palma de nuestra mano también nos hace vulnerables, convirtiéndonos en un gigantesco grupo objetivo para los marketinianos.
Las herramientas y plataformas de marketing digital poseen un profundo entendimiento de las personas, sus intereses, tendencias y comportamientos como nunca antes. Los datos recopilados permiten a los postores más altos dirigir anuncios a individuos con mayor probabilidad de realizar compras. La personalización, es decir, el refinado proceso de adaptar los anuncios a los usuarios teniendo en cuenta sus intereses y comportamientos, busca maximizar los resultados percibidos como valiosos para el usuario y rentables para el proveedor.
Sin embargo, esta máquina de beneficios es la regla del juego actual. La única forma de cambiar esto sería si la sociedad lograra evolucionar más allá de los desencadenantes que alimentan estas prácticas, volviéndolas irrelevantes. Algunos incluso se muestran optimistas ante la posibilidad de ver robots en nuestros hogares en su vida. Desde mi perspectiva, un anuncio publicitario implica un intercambio: mi tiempo, atención y, en el mejor de los casos, mi dinero por el uso de un servicio gratuito o de bajo costo. Parece justo, hasta que observamos su impacto acumulativo.
Por un lado, los aspectos negativos de la publicidad incluyen la disminución del enfoque debido a interrupciones habituales, la desensibilización de la audiencia a las intrusiones y la pérdida de privacidad, la estimulación de la dopamina mediante ganchos, la fatiga de decisiones y la reducción de la capacidad de atención. Esta última, un mal endémico aceptado como parte de nuestra vida diaria, nos convierte en adictos alimentando así la máquina del beneficio. Como consecuencia, nos encontramos con generaciones que experimentan constantemente aburrimiento y recurren a distracciones interminables como resultado de este condicionamiento.
Por otro lado, también existen aspectos positivos derivados de la publicidad, como la disponibilidad de servicios gratuitos y más económicos en entretenimiento, juegos y redes sociales, oportunidades para creadores independientes de ganar dinero y la aparición de nuevas fuentes de ingresos más allá de los empleos tradicionales.
En definitiva, la publicidad es un mal necesario en el mundo empresarial actual. A pesar de que la mayoría desaprueba la publicidad, es un componente esencial para las empresas que buscan mantenerse rentables. Se ha vuelto vital para el crecimiento económico insostenible al que nos hemos acostumbrado. Cada negocio, independientemente de su tamaño, necesita del marketing para cumplir con las ventas requeridas y mantenerse en funcionamiento. Y cuando los productos llegan al límite de ingresos provenientes del valor ofrecido a los usuarios, la monetización de la base de usuarios mediante la publicidad se convierte en la estrategia predeterminada.
No obstante, la realidad es que nadie desea experimentar esta misma situación para sí mismo, sus familias o sus hijos. Es como el dicho popular: “trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti y a los tuyos”. Desde el desafío que plantea la creciente exposición a la publicidad hasta la lucha por preservar la atención y la privacidad en un mundo saturado de estímulos, cada uno de nosotros tiene un papel relevante en decidir hacia dónde nos dirigimos a partir de aquí.
Finalmente, como individuos conscientes, es fundamental valorar nuestro tiempo, atención y energía tanto como, o incluso más que, el dinero. Debemos fomentar la creación por encima del mero consumo, establecer límites al consumo y, sobre todo, reflexionar sobre si nuestras acciones nos acercan a ser la mejor versión de nosotros mismos.
Debemos recordar que la conciencia y la toma de decisiones responsables a nivel individual son los cimientos para construir un entorno más equilibrado y significativo para las generaciones presentes y futuras.
Source: Medium