Tras dos semanas de soledad en las montañas, acompañado por mis meditaciones y auto-reflexiones, quiero compartir contigo una filosofía que ha dado a mi vida un sentido insaciable de plenitud, fuerza y determinación hasta el momento. ¿Por qué es esto importante? Todo lo que puedo decir es que sin una base sólida de filosofía, las acciones de uno en la vida carecen de significado y resultan insatisfactorias. La filosofía es el árbol que me da sombra y cuyos frutos me han nutrido en mis esfuerzos vitales.
Quiero comenzar señalando que si bien todos nacemos con la capacidad innata de alcanzar la bondad moral, ninguno de nosotros nace moralmente sabio. Esto se debe a que la Virtud, en su sutil belleza, es algo que nunca se da libremente, sino que solo puede ser ganada con los propios esfuerzos. Esta es también la razón por la cual la sabiduría y la verdad son tan universalmente apetecibles para incluso aquellos que nunca la han probado antes. Considera, si quieres, al hombre cuyo carácter es el producto de su entorno. Sin una base sólida de filosofía, él correrá de una distracción a otra en un intento fútil de escapar de la insatisfacción central arraigada en su alma.
Por cierto, un hombre nunca encontrará satisfacción en lo que hace, a menos que comprenda verdaderamente por qué lo está haciendo. El resultado es un hombre que sigue dócilmente cada tendencia del día, aunque estas cambien tan rápidamente de él: teme perder lo que otros consideran valioso sin saber si los objetos en cuestión son realmente valiosos desde el principio. Confundiendo el confort físico con la verdadera felicidad, busca no más que sus propios placeres corporales: sus vicios egoístas lo mantienen cautivo y vive como esclavo de sus instintos básicos.
Al igual que un chihuahua domesticado que ha perdido la naturaleza del lobo salvaje, él vive para reaccionar al mundo en lugar de vivir para dominarlo. Tal hombre nunca se detiene a pensar por qué está destinado aquí en la tierra. Como una hoja que sopla con los vientos del azar, su constitución carece de la gravedad para mantener su propio centro. Aunque todos debemos comenzar desde un estado de depravación moral e ineptitud, no tenemos por qué quedarnos así. Es por esto que creo que la virtud debe ganarse y nunca se da libremente.
Observa ahora, por otro lado, al hombre cuyo carácter es producto de su propia visión y voluntad. Este tipo de hombre está enamorado de un sentido de destino y de deber hacia los ideales supremos que su razón le ha otorgado. Ha reflexionado profundamente sobre lo que es importante y valioso para él, y vive de acuerdo con esos principios. De hecho, depende de cada uno de nosotros definir nuestros propios ideales supremos, sean los que sean, y vivir nuestras vidas en consecuencia para cumplirlos.
Como si todos naciéramos como arcilla blanda, moldeable, pero con un potencial ilimitado. Un sentido de propósito, rectitud y justicia nos encenderá y endurecerá nuestra constitución. Sin embargo, solo con la autodisciplina como martillo y cincel, nos tallamos en los recipientes que necesitamos ser para ser útiles en el mundo. Este es el camino largo y duro, pero deberíamos recorrerlo con alegría, ya que el premio al final lo vale: Habremos ganado para nosotros mismos un carácter que es digno de nuestra naturaleza humana divina.
El proceso mismo de exterminar desde dentro las impurezas que nos impiden alcanzar nuestro máximo potencial es también el proceso que nos permite ejecutar exitosamente nuestro propósito elegido en la vida. Algunos de ustedes podrían decir que todo esto plantea la cuestión de cuál es la visión de ideal supremo tan importante como para justificar todo este esfuerzo en primer lugar.
Ustedes tienen razón al señalar esto. Bueno, querido lector, la respuesta aquí es tan única como la persona que la está formulando…
(Para continuar leyendo este artículo, te invito a estar atento a la próxima publicación, donde exploraremos juntos esta temática con una mente fresca y aguda).
Source: Medium