Uno de los debates pedantes que más disfruto es discutir el uso de palabras. Probablemente se deba a mi intenso odio por todo lo que suene a palabrería de moda, y aunque me encuentro constantemente teniendo que utilizar palabras que considero han perdido todo su significado, dedico tiempo a reflexionar sobre lo que realmente quieren decir y cómo se vuelven tan sobreutilizadas y problemáticas.
El artículo que leí recientemente ahonda en el término “ambigüedad”. Esta palabra, tan común hoy en día, se utiliza para describir situaciones en las que hay más de una interpretación o resultado posible. Sin embargo, se señalan tres problemas principales con su sobreuso que se entrecruzan:
Todo es ambiguo, así que no es realmente especial
Si la definición más básica de ambigüedad es tener más de una interpretación o resultado potencial, entonces a menos que seas clarividente, todo resulta ambiguo. Esto significa que todos siempre estamos operando en circunstancias ambiguas, lo que convierte a la palabra en algo relativamente superfluo. En lugar de ello, lo que ocurre es que una situación normal se etiqueta como ambigua, y dado que solo ciertas personas son buenas manejando la ambigüedad, se convierte en una circunstancia especial con la que solo ciertas personas pueden lidiar.
La ambigüedad no es un problema a resolver
Cuando una situación con obstáculos se considera ambigua, se indica que un objetivo es eliminar la ambigüedad, lo cual es imposible porque, nuevamente, todo es ambiguo. Y es que estas personas míticas que prosperan en situaciones ambiguas no tienen incentivos para resolver la ambigüedad, ya que, por defecto, es donde se sienten más cómodos. La ambigüedad se convierte así en un descriptor mal utilizado que enmascara un problema real o un conjunto de problemas que pueden resolverse.
Seamos más conscientes en nuestra comunicación
Cuando decimos que una situación es ambigua, en realidad no estamos diciendo lo que queremos decir ni lo que queremos hacer al respecto. Propongo que pensemos en lo que realmente queremos expresar y lo digamos en lugar de utilizar un término de moda como muleta. Debemos ser más precisos en nuestra comunicación y evitar el uso excesivo de palabras que no transmiten el mensaje adecuado.
En resumen, es fundamental ser conscientes de cómo y cuándo usamos la palabra “ambiguo” y reemplazarla por términos más precisos cuando sea necesario. La apertura a las posibilidades y la aceptación de la incertidumbre son claves para navegar eficazmente en un mundo en el que todo parece estar rodeado de ambigüedad.
Source: Medium